El modelo free to play está en boca de todos, siendo señalado por muchos como el futuro de los videojuegos. Es un modelo que en principio resulta atractivo para el consumidor (no importa la situación, la palabra "gratis" siempre gusta) y los que tienen éxito hablan maravillas de las posibilidades de monetización. Sin embargo, las dudas son considerables y comprensibles.
A la industria le encantan los clientes así |
Desde el punto de vista de las editoras, la rentabilidad del free to play depende de conseguir suficientes usuarios "whales" o "ballenas", aquellos que tienden a sacar la cartera cuantas veces haga falta. Porque no nos engañemos, la gran mayoría de los usuarios jamás pagará un duro, como bien saben los desarrolladores para móviles. Normal que, acostumbradas al mercado tradicional de videojuegos en el que todos pagan antes de haber consumido el producto, las editoras no quieran dar el salto. Pero los consumidores también debemos tener cuidado: podemos encontrarnos un día con una industria en que la única obsesión es generar microtransacciones, convirtiendo al jugador en un mero saco de dinero que debe abrir a cada paso si no quiere condenarse a una experiencia de juego capada e incompleta. Los extremos son malos.
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